"Te voy a confesar algo: existe un ciclo constante, eternamente presente en mi poesía.
No es ningún otro pensamiento más alejado que otro. Todos, ya sean benévolos o malhechores, morales o inmorales, éticos o bien vituperables, todos, repito, se amontonan unos con otros, formando esta celístia tan poco propensa a metamorfosear en la luz de más allá de las estrellas." Pienso, mientras me estudio la anatomía del ombligo.
Ciertamente, somos casquivanos con graves predisposiciones para con la zarabanda; tal vez la diferencia yace en que cada uno se cuerde sus pantalones con un canon propio. Imaginémonoslo en forma de hilo, de una rojez encendida de ésas que reencuentran los corazones amados.
Lo miraremos mejor de otra manera: rompámonos hoy un poco la testa, permitamos a los recuerdos que se deslicen por la coronilla mañana, después, los dejaremos volar en ritornello a nosotros y se posarán haciendo compañía alada a los bustos de la habitación. Ahí se quedarán.
A continuación, contemplaremos los ombligos del mundo que nos rodea de una puñetera vez.
Texto de Jordi Rodríguez Serras
Ilustración: Melancholia, del pintor polaco Tadeusz Pruszkowski.
Lee la versión del relato en Lengua Catalana, "Caps de trons".