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domingo, 26 de octubre de 2014

La luz púrpura de Delmira

Existen en el Mundo poetas y poetisas que, con el favor de un editor más o menos bondadoso (la diferencia radica en cuán confíe en ti), trascienden a la par que sus libros publicados. Lo triste del asunto es, en parte, los posibles pocos libros que puede llegar a publicar en vida un escritor. Muy a menudo, años después de su muerte se descubren nuevos textos inéditos y se editan las famosas "Poesía completa" u "Obras completas". Ya ni hablo de las dichosas Antologías...

El escritor que hoy me ocupa es una mujer: Delmira Agustini (1886-1914).


De esta mozuelilla, poetisa uruguaya, me llamó poderosamente la atención -y lo que no es la atención, y no precisamente porque fuese una belleza, que también- la gran carga erótica que presentan la mayoría de sus poemas y composiciones (hizo gala de buen salerío entre los sonetistas de la época). No en vano, considero que ella fue una de las pocas escritoras hispanoamericanas de sus años que realmente trataba la sexualidad femenina como lo más normal del Universo. Expresándose como mujer, claro. Y de razón no le falta, ni un ápice. Aún así, no obstante, no vayamos a incurrir en el error de considerarla una poetisa simplemente erótica o devota de Eros, per se. La poesía y el poema se pueden interpretar de múltiples formas, algunas más cristalinas que otras.

Tomemos, pues, unos extractos de su obra:

OFRENDANDO EL LIBRO

A Eros

Porque haces tu can de la leona
más fuerte de la Vida, y la aprisiona
la cadena de rosas de tu brazo.

Porque tu cuerpo es la raíz, el lazo
esencial de los troncos discordantes
del placer y el dolor, plantas gigantes.

Porque emerge en tu mano bella y fuerte,
como en broche de míticos diamantes
el más embriagador lis de la Muerte.

Porque sobre el espacio te diviso,
puesto de luz, perfume y melodía,
comunicando infierno y paraíso
-con alma fúlgida y carne sombría...

ELEGÍAS DULCES

Hoy desde el gran camino, bajo el sol claro y fuerte,
muda como una lágrima he mirado hacia atrás.
Y tu voz, de mi lejos, con un olor de muerte,
vino a aullarme al oído un triste <<¡Nunca más!>>

Tan triste, que he llorado hasta quedar inerte...
¡Yo sé que estás tan lejos que no volverás!
No hay lágrimas que laven los besos de la Muerte...
¡Almas, hermanas mías, nunca miréis atrás.

Los pasados se cierran como ataúdes;
al otoño las hojas en dorados aludes
ruedan... y arde en los troncos la nueva floración...

Las noches son caminos negros de las auroras...
Oyendo deshojarse tristemente las horas
dulces, hablemos de otras flores al corazón.

DESDE LEJOS

En el silencio siento pasar hora tras hora,
como un cortejo lento, acompasado y frío...
¡Ah! Cuando tú estás lejos, mi vida toda llora,
y al rumor de tus pasos hasta en sueños sonrío.

Yo sé que volverás, que brillará otra aurora
en mi horizonte, grave como un ceño sombrío;
revivirá en mis bosques tu gran risa sonora
que los cruzaba alegre como el cristal de un río.

Un día, al encontrarnos tristes en el camino,
yo puse entre tus manos pálidas mi destino
¡y nada de más grande jamás han de ofrecerte!

Mi alma es frente a tu alma como el mar frente al cielo:
pasarán entre ellas, tal la sombra de un vuelo,
¡la Tormenta y el Tiempo y la Vida y la Muerte!

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Quizás te interese saber más...
Biografía de Delmira Agustini (enlace a Cervantes Virtual)
o, si quieres leer algún poema que otro poema...
Poemas de Delmira Agustini (enlace a Wikisource)