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miércoles, 31 de octubre de 2012

PoemA del día - So long (Houellebecq)


Siempre hay una ciudad, huellas de poetas
Que se cruzaron con su hado entre sus muros
El agua corre un poco por todas partes, la memoria murmura
Nombres de ciudades, nombres de personas, agujeros en la cabeza.

Y es siempre la misma historia que comienza de nuevo,
Horizontes destrozados y salones de masaje
Soledad asumida, respeto por el vecindario,
No obstante hay personas que existen y que danzan.

Son personas de otra especie, de otra raza,
Danzamos absolutamente vivos una danza cruel
Tenemos pocos amigos pero poseemos el cielo,
Y la infinita solicitud de los espacios;

El tiempo, el anciano tiempo que prepara su venganza,
El incierto murmullo de la vida que fluye
Los silbidos del viento, las gotas de agua que ruedan
Y la alcoba amarillecida en donde nuestra muerte se adelanta.

Versión original:

Il y a toujours une ville, des traces de poètes / Qui ont croisé leur destinée entre ses murs /
L'eau coule un peu partout, la mémoire murmure / Des noms de villes, des noms de gens,
trous dans la tête.

Et c'est toujours la même histoire qui recommence, / Horizons effondrés et salons de massage /
Solitude assumée, respect du voisinage, / Il y a pourtant des gens qui existent et qui dansent.

Ce sont des gens d'une autre espèce, d'une race, / Nous dansons tout vivants une danse cruelle /
Nous avons peu d'amis mais nous avons le ciel, / Et l'infinie sollicitude des espaces;

Le temps, le temps très vieux qui prépare sa vengeance, / L'incertain bruissement de la vie qui
s'écoule / Les sifflements du vent, les gouttes d'eau qui roulent / Et la chambre jaunie où notre
mort s'avance.

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Poema extraído de: Poesía. HOUELLEBECQ, Michel. EDITORIAL ANAGRAMA,
S.A., 2012. http://www.anagrama-ed.es/autor/533

Si algún dichoso quiere hacerse con la Edición Bilingüe o con el libro (con traducción exquisita
de Altair Díez y Abel H. Pozuelo), en el enlace siguiente se os conferirá la oportunidad de haceros
con él:
 http://www.anagrama-ed.es/titulo/PN_813




jueves, 25 de octubre de 2012

Proximamente, en La piedra que horada la lluvia (II)...


Iniciaré mi lenta y humilde andadura por la sutil senda del microrrelato. Sí, ahora que hay un relatillo en esta página es hora de nadar en más aguas dulces. Eso sí, tanto en catalán como en castellano.

¡Entre tanto, no completemos los deberes y continuemos leyendo Poesía!

Enlaces de interés: (http://www.poetasandaluces.com/) - http://www.poetasandaluces.com/biografias1.asp
Enllaços d'interès: http://www.viulapoesia.com/


Remanso 

El búho 
deja su meditación,
limpia sus gafas
y suspira.
Una luciérnaga
rueda monte abajo,
y una estrella,
se corre.
El búho bate sus alas
y sigue meditando

~Federico G. Lorca~ (Suite de los espejos)

domingo, 21 de octubre de 2012

PoemA del día: Corona (Paul Celan)


En mi mano el otoño come su hoja: somos amigos.
Extraemos el tiempo de las nueces y le enseñamos a caminar:
regresa el tiempo a la nuez.

En el espejo es domingo,
en el sueño se duerme,
la boca dice la verdad.

Mi ojo asciende al sexo de la amada:
nos miramos,
nos decimos palabras oscuras,
nos amamos como se aman amapola y memoria,
nos dormimos como el vino en los cuencos,
como el mar en el rayo sangriento de la luna.

Nos mantenemos abrazados en la ventana, nos ven desde la calle:
tiempo es de que se sepa,
tiempo es de que la piedra pueda florecer,
de que en la inquietud palpite un corazón.
Tiempo es de que sea tiempo.

Es tiempo.

Traducción de José Ángel Valente
¡Lee más poemas del poeta en A media voz!

jueves, 18 de octubre de 2012

Rostro de rosas pálidas

Cierto día, en un paseo, flotando una vena de piropo pasó.

¡Oh, rostro de rosas, pálidas por el rubor melancólico,
que cubre las pobladas cumbres del monte primaveral!
Añoro este primor, esa hoja florecida que envuelve los efluvios
de la luz perdida en el horizonte, que con su iluminación
trasciende en los altos pinares de la montaña y el ego.


Texto de Jordi Rodríguez Serras.


File:Juliet JWW.jpg
Julieta o La cadena azul (1898), de J. W. Waterhouse

sábado, 13 de octubre de 2012

Somnis d'Endimió


Amb quanta freqüència el vent autumnal
xucla i arremolina les ombres i les acull
en un gorg negre, on es citen les bèsties
a beure sota tel de núvols i enyor de lluna!

És tan tendre el record que s'hi veu a l'aigua,
tan tendre. Vull que torni a ser realitat!
Perquè en nits com aquesta la vull tenir entre els meus braços
i dir-li que els homes no podem oblidar.

És tan tendre el record que el vull besar mentre reposo!
Per què només per l'afecte en tinc somnis?
Per què queda el desig de dormir, si aquest no em satisfà,
ja que un somni no em donarà la llibertat?
Ah, què reclames de mí, Eternitat!

Text de Jordi Rodríguez Serras.

File:Selene and Endymion.jpg
La dea Selene besa el jove Endimió mentre aquest dorm,
moments abans que desperti d'un breu i profund son.


miércoles, 10 de octubre de 2012

¡Un año de poeta virtual!


¡Hay que ver y sentir como pasa el tiempo -y nunca avisa- ante los ojos de los mortales, que no controlan
el tiempo ni sus propias riendas de la memoria! En el día de hoy hace un año inicié un pequeño e insignificante periplo que, al principio de mi andadura, llegué a creer que tan sólo conllevaría unos pocos meses de nada, que pasarían volando como quien observa al volar un estornino de patas rutilas.
Pero no, este humilde blog de poesía y literatura nacido a partir de un Trabajo de Recerca (Breve estudio de la poesía de Hölderlin, Pushkin y Lorca para la elaboración de un poemario propio - Confección y selección de poemas) me enamoró desde el primer minuto en el que escribí, mostré y publiqué mi primera entrada bloguera. Fue un poema. Una poesía nacida del Chaos. Ordenada y sumida a mis designios. Y por ahora, en este presente que ya no existe y que sin embargo queda  gravado a golpes de piedra, esta página
que me ha ayudado tanto a formar mi ego de poietés, algo maltrecho por un par de años en que rezagué el ego sin escribir más de una cuarteta entera; que sin quererlo ni beberlo -en realidad ardía en deseos- me unió más a las personas que amo y me tejieron -y me tejen todavía- con sus brazos y sus alas.
En fin, habrá ''piedras que horaden la lluvia'' durante un año más, si cabe!

martes, 9 de octubre de 2012

Las voces que se congregan

File:1835 Ary Scheffer - The Ghosts of Paolo and Francesca Appear to Dante and Virgil.jpg
Las sombras de Francesca de Rimini y Paolo Malatesta apareciéndose ante
Virgilio y Dante, Ary Scheffer, 1835.                   

                             Et elle était si belle à l'âge de dix-neuf ans.
                                            ~Michel Houellebecq~


Y entonces, ¿qué debemos hacer?
Ya te lo dije ayer, solo hemos de ser uno mismo,
que nadie se centre en lo que somos cada uno.
Pero ¿y si nos descubren?
Entonces te beso y a la arena sangrienta grito que eres solo mía.

Texto de Jordi Rodríguez Serras.

sábado, 6 de octubre de 2012

PoemA del día - A una urna griega (Keats)


Versión original del poema (English): Ode on a grecian urn (Fragmento)


(Strophe) V
O Attic shape! Fair attitude! with brede
Of marble men and maidens overwrought,
With forest branches and the trodden weed;
Thou, silent form, dost tease us out of thought
As doth eternity: Cold Pastoral!

When old age shall this generation waste,
Thou shalt remain, in midst of other woe
Than ours, a friend to man, to whom thou say'st,
''Beauty is truth, truth beauty,'' - that is all
Ye know on earth, and all ye need to know.


 Nota: El poema entero del cual forma parte este descriptivo fragmento (repleto de imágenes y color) de John Keats fue escrito aproximadamente en mayo de 1819, y publicado un año más tarde en una colección del poeta.


Versión traducida al español:

¡Ática imagen! ¡Bella actitud, marmórea estirpe
de hombres y de doncellas cincelada,
con ramas de floresta y pisoteadas hierbas!
¡Tú, silenciosa forma , tu enigma nuestro pensar excede
como la eternidad! ¡Oh fría Pastoral!
Cuando a nuestra generación destruya el tiempo 
tú permanecerás, entre penas distintas 
de las nuestras, amiga de los hombres, diciendo:
''La belleza es verdad y la verdad belleza''... Nada más
se sabe en esta tierra y no más hace falta.

                                   Traducción de: Julio Cortázar 


Estimados y nobles escuderos del verso, podéis leer la composición romántica en su armoniosa totalidad en distintas versiones si entráis a los enlaces siguientes:






miércoles, 3 de octubre de 2012

martes, 2 de octubre de 2012

El albardero de Casarrubia



Por Jordi Rodríguez Serras.
(Relato de Las Hurdes) 

Fue un día como cualquier otro; un hecho tan singular como aislado. Un señor hablaba raro a tres generaciones unidas en travesía bajo el cielo abrasador de Castilla y Extremadura, la parte más ignota del reino y de una comunidad de verdor ceniza. Esta historia carece de ficción, y aunque en ocasiones pueda parecer real, tampoco lo es; pero no es mi deseo contrariar mi propia mente con vagos recuerdos de vaho y sombras, por que, de hecho, la situación referida ocurrió de verdad. Sonrisas.

I

Y entonces caí en que debía recoger la cámara y llevármela conmigo. Ya me encontraba fuera de casa, 
en la entrada, esperando a mi padre y al abuelo a que terminaran su fastuso desayuno hipercalórico consistente en dos platos de chorizos fritados en sartén, con un par de huevos rotos de repaso por el aceite, elementos equitativamente desordenados en los platos de cada cual.

En aquel momento mi ego me dijo que el pobre albardero al que había que visitar, tendría que esperar la entrega de su noble trabajo al cliente. Cabe decir que no era tan tarde, tampoco la mañana era muy obstinada en dejarse ver por los incautos que aún dormían en sus camas.

Ocho y media de la mañana, y en Asegur parecía que por la calle no pasaría un ánima.
Ni siquiera un triste gato roñoso. El sol aun no tenía fuerza suficiente para ajusticiar la riera y las cigarras y los trasnochadores inapetentes de sueño fingido como yo.
Y entonces caí en que recogería la cámara y me la llevaría conmigo; dicho esto a mis adentros,
di media vuelta en el aire plantado en el suelo y entré en la casa por enésima vez seguida durante el poco tiempo que llevaba el día. Me caí de bruces al cruzar el primer escalón.
Pasaba a duras penas junto a la cocina, ''maltrecho'', adolorido, guasón. Me encaminé hacia los
dormitorios del piso de arriba, por la escalera estrecha con sumo tiento. Al llegar a la cima, di habida cuenta que la mayoría de los inquilinos todavía dormitaban escalfados en sus camitas sin temor a la canícula del exterior que se avecinaba lenta e iba presentándose mientras la aurora matinal ya parecía pretérita. Entré en la alcoba vacía de mis padres y cogí la deseada cámara fotográfica. Me fui pitando aires con miedo de despertar a los primos, aunque me importaba un rábano soberano despertarlos o no. Finalmente me quedé clavado en mitad del pasillo con tal de no volver a subir. Al poco, bajé las escaleras.

II

Entonces, el agradable trío se sumió enteramente en su particular viaje de media hora de ida y media hora
de vuelta. El joven llevaba en la mano izquierda, ávida de tomarlo todo, un bloc decrépito al que solamente
le quedaban poco más de veinte páginas en blanco, mal contadas. Se atrevía a anotarlo todo, aun a pesar
de molestarse a sí mismo; pequeñas cuartetas que ningún ojo ajeno veía, frases ingeniosas que dejaba
ir de vez en cuando -aunque carentes del ingenio propio de los artistas- y, de hecho, su producción más penosa y putrefacta: poemas de pelo y hojas, vidrio, fuego y arena. Se aposentaba en los asientos de atrás porque no le quedaba otra; a sus diecinueve años no tenía nada que hacer ante el asombroso jaque del abuelo, con sus setenta y pocos años eternos, pues aquel de mayor rango y edad tenía el derecho de acompañar
al conductor, siempre sereno y parco en palabras -con la mirada fija en la carretera salvo por algún cruce esporádico de musas, doncellas o ginetas las cuales hacía años que ya no habitaban por lides semejantes-.

Pues, Severiano ''el Parco'' y Serafín ''el Mozo'' reinaron el trayecto con chotis verbales que suelen caracterizar las relaciones entre padre e hijo durante las vicisitudes propias de la vida adulta.

El sol mordía incluso dentro del vehículo, y sus habitantes sobrevivían a sus lamentos con cada derrape en unas carreteras tan sinuosas que promocionaban el despeño nacional.
-Joder, que calorín pega...- Pasa a toda velocidad una cruz negra fija en un lado de la vía. Severiano ve a tiempo la doncella.- ¿Habéis visto eso, lo habéis visto? Jooo, tíoo, alguién ha muerto ahí, qué lástima-. Se silencia
el clima.
-Mal hecho.-Corresponde don Serafín.  

III

Vislumbramos Casarrubia no muy lejano, apenas se diferenciaban quince o veinte minutos ir del
pueblo hacia allí. Todavía dentro del negro armatoste de hierro, me vinieron a la mente unos ''versos'' de Dylan Thomas, pero como por aquel entonces no me acordaba de ellos de una manera muy lúcida, hoy los tengo bien presentes:
Y la muerte no tendrá señorío. And death shall have no dominion.
Dicho esto, cierro el blog de notas, lo guardo cuidadosamente en uno de los bolsillos derechos de mis pantalones tejanos y palpo la buchaca izquierda para cerciorarme que llevo el móvil ahí, a salvo. Tiento con los pies las rocas recubiertas de líquen. Y me tiro al agua.

IV

Normalmente un cuarto de trayecto se pasa rápido e indoloro, a veces ha de pasar una leve ''aeternitas'' para llegar al destino, cuanto más corto más largo. Sea.
-¿Quién eres?-. Pregunta ''El Niño''.
-Nadie.- Responde el extraño.-Humo de parrilla y luz de luna...
¡Cállese ya, Buñuel!

V

Una señora mayor barría descuidadosamente el suelo del portal de su diminuta casa mientras mi
padre buscaba aparcamiento en la plaza; el abuelo y yo nos tomamos la licencia de bajar antes.
Era una plaza patética y simple, en el buen sentido de las palabras; tallada en piedra y gravada en el suelo por el propio peso de las montañas roncas. Casarrubia era una aldeíta de pizarra atrapada en un bucle temporal. Parecía no poder discernir entre antiguos albores cenicientos y la modernidad propia de los pueblos medianamente informatizados. Pero tenía cierto encanto; sobretodo la fuente erguida y aislada, al lado del tanatorio municipal. Igualmente lítica, presentaba un corte profundo en la sien, del cual emanaban aguas límpidas. En cuanto observé aquella fuente, me pareció hallar una ninfa entre filamentos de agua, jugueteando con el viento y éste esparciéndola por mi nariz. Ese agua me llamaba a mí, tal vez por la sed causada por Apolo -o por las lecturas de Homero.-, y me dirigí a ella, la fuente, para que me saciara. Papá ya había salido del coche e iba acercándose con su imponente bolso rojo de Ferrari.
-Espera, yayo, voy a beber un poco-. Dije con la poca inocencia adolescentil que me quedaba..
-¡No bebas de esa, nieto, que está mala!- Respondía.
Centré mi atención en lavarme las manos.


VI

Siempre que paseo por callejuelas y calles medio concurridas y me encuentro con humanos
-¡Ah, qué horror!- éstos me miran con pavor, como si vieran un monstruo de la naturaleza o un dios.
Tal vez porque voy en compañía de dos personas corrientes.
(...)
El señor me miraba con gesto de incomprensión, era obvio que no creyese en lo que veían sus ojos
escépticos. Esa figura antropomórfica se iba alejando progresivamente de él, y, finalmente, suspiró 
de alivio al comprender que estaba a salvo y que buenas personas, Caballeros Sin Nombre, se llevaban
al dragón pequeñajo que lanzaba pantallas de luz de su mirada impetuosa calle abajo. Me dí cuenta que
por el pueblo pasaba también un riachuelo debajo de un puente, como en Asegur, aunque más delgado
y verde, y le disparé unas cuantas fotos.

VII

Me estaban picando tres mosquitos y una abeja, casi al unísono. Usaban mis brazos como si se
trataran de una orquesta epidaura y pudieran tocarla en coro sus punzantes agujas. Mi respeto por
la vida se desvaneció en un instante; con solo un movimiento de brazo ¡¡PAFF!! masacré a los
artistas incrustándolos en la pared. Habíamos llegado a la casa-establecimiento del albardero.
Mi abuelo entornaba los ojos para así advertir intimamente el bullicio interior del habitaje. Se
acercó a la entrada con el pecho por delante, asemejándose a un tordo, y, dibujando una palabra
con el dedo índice en el aire:
-¡Anastasio, sal pa'que te vea!-. Propuso con recia voz.

Silencio. Nadie de dentro salía al exterior a recibirnos. Entre el silencio y la brisa, un gato gris que vagabundeaba sin rumbo junto a nuestro lado despidió un viento estomacal. Silencio otra vez.
Así hasta que esperamos cinco minutos. Al sexto empezaron a oirse rumores dentro de la casa que, por cierto, era de madera, y como tal, las maderas de lo que parecía el destartalado piso de arriba crujían y recrujían igual que sonaba un tálamo conyugal.

Tuvieron que pasar varios minutos, los cuales ninguno de los presentes contó. Llegué a pensar que no comería en casa, con la familia, y que no degustaría por segunda, tercera o cuarta vez aquel delicioso platillo de puré de verdura, pero en el fondo, algo muy profundo en mí sabía que toda ésa pantomima en la que estábamos abocados a seguir era cuestión de minutos...

Otro silencio. Un soplo parecía expelerse. Por fín había terminado. Mi padre se secaba la corona
de una ínfima gota de sudor y suspiró. El calor empezaba a trastocarnos los sentidos, mientras mi cabello
ya se aclaraba por el sol.
La puerta se abrió con renuencia. De ella salió una mujer cana, abrigada con prisas.
-¿Qué querís?-. Dijo con voz desconfiada y temerosa.
-Buen día, mujer, ¿está su señor ahí? Dígale que salga, que tenemos que departir-. Pidió el abuelo.

Aquella mujer gachó los ojos y asintió. Entró sin decir palabra. Al poco ya veíamos al ''señor'',
por el resquicio de la puerta entrecerrada, con su cuerpo embutido en vitola. Salió. Iba descalzo, con un pañuelo fino cubriéndole la testa. Andaba sucio y estaba demacrado por el sol, frutos de largos momentos en el campo, pero presentaba aún una sonrisa denticular que quizá mantuviera de sus años dorados de mozo.
-¡Hombe, Serafín, cuantu'tiempu!-. Dijo sonriente Anastasio, que ya le daba una palmadita en el hombro
 al abuelo.
-Sí, un tiempo largo. Oye, he venido a buscar la albarda pa'el borrego mío, el nuevo, ¿la preparaste?
-¿Eh?-. Era medio sordo, por lo visto.
-¡Digo que si tienes lista la albarda!-. El abuelo alzó la voz unos decibelios para que hacerse
entender.- Te la pedí hace ya más de dos meses.
-¡Oh, l'albada, sí, la tengo aquí, ¿pa' quien és?
-Para el borrico, quién va ser-. El abuelo nos miró a mi padre y a mí con una risita de comprensión,
 entre dientes, para con ese hombre. La mujer, de la cual no conozco el nombre, se sentó al pie de una escalera cercana, en la misma calle. Iba también descalza, con los pies ennegrecidos y me llamó
la atención por cómo se los fregaba con la extensión de la bata.

El abuelo y el albardero continuaban platicando y regateando sobre el precio de la montura, la cual aún
 no habíamos visto. Refunfuñando como un gato iracundo, el artesano cedió a buscar la albarda en un establo aledaño a la vivienda. Fue bastante rápido y fuerte pese a la edad que aparentaba al transportar su artesanía con toda clase de brío. Al fin vimos la silla y al verla me pareció escuchar la coletilla maestra de mi padre:
-¿Qué es eso?-. Sorprendido, no para bien, con aire incrédulo.- Dios mío...
Y entonces la miré celosamente, cada parte de esa cosa a la distancia. Ibamos a pagar más de
 cincuenta euros por eso. Al abuelo no le pareció que le hiciera mucha gracia y murmuró algo a su
viejo amigo por lo bajini. Y entonces el albardero abrió los ojos como naranjas y clamó al cielo:
-¡Me cagüendió, Serafín, m'estás engañando!


                     Publicado en: Lapiedraquehoradalalluvia.blogspot.com.es
                     el 2 de Octubre de 2012.
                     Texto de Jordi Rodríguez Serras.

Fotografía cedida por:  Frinis.
Casarrubia, 14/8/2012.